lunes, 21 de junio de 2010

Viejos urbanos y pulcros.


Donde empezó la vida ahora termina,
donde Judas condenó su condena,
donde ya no queda sitio para dos,
donde sus últimos días dicen adiós.

Avanzan gachos y con decisión pasible
con luces desprendidas, enfant terrible,
procesiones inanimadas de viejos pulcros
a su propia sepultura pagada en ocho lustros.

Vida entre algodones, heridas de postguerra,
no recuerdan ni los Siete Soles, ¡otro año lejos de su tierra!
Su pasado despertó a un país, su presente queda inerte.

En sus fachadas se plasma la belleza de la miseria.
En su recuerdo la crudeza de su aludida alegría.
La amarga ciudad mata antes de que llegue la muerte.