viernes, 25 de diciembre de 2009

A los veinte de Berlín,


El primero, descuidado y ya resignado, llegó sin esperarlo.
En el segundo continuó el paso desesperado hacia El Cambio,
En el tercero en El Golfo sembraron de angustia el futuro y la esperanza,
En el cuarto, con ecos de Gorby, la vieja Europa volvía a respirar.

En el quinto, USA (y su Comercio Libre) condenaba al planeta con asfixiarlo.
En el sexto, Ruanda amaneció con un fusil: la guerra jamás será alivio.
El séptimo, Rabin, ex hombre de ex guerra, topa con el muro de la venganza,
El octavo, ¿Erradicación de la pobreza? Año I: la ofensa más vulgar.

En el noveno, El Che (¿el de la revolución?) al fin descansa en tu Santa Clara,
En el décimo, ni el Huracán Mitch (consternación) despierta la equidad.
En el undécimo, llegó el Euro. Les damos la otra mejilla, ¿o mejor la otra cara?

En el duodécimo, Las Dos Coreas empiezan el camino a la cordialidad.
El decimotercero, ¡Bush!, Al que mató a Kennedy: ¿no hay otra bala en la recámara?
En el decimocuarto con el Prestige. Planeta dixit: ¡ya no os queda ni piedad!

En el decimoquinto, ¡NO a la guerra! NO al horror, NO a la vergüenza, NO a la miseria.
En el decimosexto creció Europa, pero si hay hambre, nadie bailará al son de los demás.
En el decimoséptimo nadamos en abundancia y ni los rescatamos de la penuria.

En el decimoctavo sólo quedan espejismos de tanto deseo, y aún arrastramos las cadenas,
En el decimonoveno la economía y su poder tiemblan, y ojalá no quede sólo en palabrería,
Y veinte años después, pregunto: ¿No podríamos aprovechar para derribar otro muro más?



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